sábado, 13 de abril de 2013

PATIBAL QUERIDO.






                               
                   PATIBAL QUERIDO, HERMOSA TIERRA QUE ME VIO NACER.

Nací en el campo de un hermoso lugar llamado Patibal. Un diez de setiembre por primera vez pude disfrutar de su aire puro con silbidos al atardecer. Mi padre soñaba que naciera varón, porque ya antes de mi habían nacido tres mujercitas: Mirope, Elodia y Ciria. Hasta ya habían alistado mis pañales de corte, mi camita de pellejo de oveja y mi pequeño ponchito de varón. Mi padre decía de broma, que si nazco mujercita, me tiraría al rio. Mi hermana Lola como así la llamamos, cuido de mi desde antes de nacer. Al nacer todos estuvieron felices, pero Lola, siendo una niña, se sintió muy responsable de mí, no me descuidaba porque pensaba que las palabras de mi padre se cumplirían. Así hasta hoy es mi segunda madre que cuida siempre de mí.
A mi hermoso Patibal, mi padre nos llevaba a pasar nuestras vacaciones durante las siembras, al final de diciembre, enero y febrero y en las cosechas en julio y agosto. ¡qué gran vida en Patibal !. Salíamos a pastear a las ovejas, las vacas, los chanchos y ¡ cuidado ! con dejar que vayan a comer las chacras con trigo, cebada, habas, arveja, papa y maíz que estaban sembradas. Lucir aretes de flores, hacer grandes muñecas de pan, pajaritos, casitas, culebras, ovejitas con el apoyo de mi madre para llevar al campo durante la semana, era como tocar el cielo de Patibal. Mi madre era una reina que daba el ejemplo trabajando mucho para que no nos falte nada. Nos preparaba nuestro fiambre ( lonchera ) de pan, miel, carne frita, quesos que nunca le faltaban, harina con lino y chicharrón, agua de aquella fuente natural del pozo, era nuestro manjar de cada día. Al llegar la tarde, teníamos una deliciosa cena, abrazos y besos de mis padres. El escuchar historias, cuentos y sus consejos, finalmente nos llevaban a dormir.
No sabíamos si era penuria o premio el estar en mi querido Patibal. El me vio nacer, el me vio crecer, el conoce a mis hijos, él está allí, esperando por nosotras otra vez. No sé si los tiempos de hoy son mejores que los de ayer, no sé si la tecnología de hoy es mejor a la rusticidad del ayer, pues tan solo puedo entender que la contaminación va en aumento allá. Ya muchas vacas están muertas, ya los campos de cultivo se llenan de polvo, ya los hombres no siembran su trigo, su quinua, sus habas, su maíz, su papa, ya los hombres en la mina solo miran abajo a la tierra, porque si levantan la cabeza ya no tendrán trabajo y así ya no podrán comprar el fideo, arroz, papa, trigo, habas, porque para sembrar y cosechar se requiere “punche y corazón” como lo tuvieron mis padres y con lo cual nos hicieron profesionales y defensores de su verdad. Ahora ya no quedan de esas personas, hoy solo queda el conformismo con lo poco que llega a fin de mes. Solo queda continuar  en tinieblas por la noche,  observando las luces de quien saca el más caro metal.   

Después de la jornada de trabajo, aquí mi padre con su yerno y amigos coqueando la calcificante coca bendita para el campo y de los hombres que saben trabajar.

4 comentarios:

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  2. Eres una privilegiada, muchos no saben de los encantos de nacer en un medio natural, de crecer viendo lo que nos brinda la naturaleza.
    Cuando viene la superación personal y/o profesional muchas veces nos olvidamos de lo que no hizo felices cuando fuimos pequeños, pero lo bueno siempre se recuerda con el cariño que lo haces tú, sobre todo cuando vivimos en esta selva de cemento y es inevitable hacer las comparaciones.
    Estoy totalmente segura que tus hijos comparten tus sentimientos porque lo sabes trasmitir. Un abrazo: Gina

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    1. Amigaaa que bonito leer esto que viene de ti. Un abrazo.

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