EL
LIBRO QUE NUNCA FALTA EN MI VIDA
Hoy se celebra el Día
del Padre y es hoy cuanto mas recuerdo al mío y no me siento triste porque
este año Dios ha dado la dicha a mis hermanos para tenerlo a su lado.
Hoy quiero contar un
pedacito de mis inicios de vida junto a mi padre porque sus casi 100 años están sustentados por interminables pasajes de vida y sabiduría.
Mi padre, el hombre ejemplar y muy derecho en
su accionar, hoy camina con la frente en alto porque en esta larga trayectoria
a demostrado que ser justo y humilde lleva a la gloria.
Vicente Vargas Mecola,
de cabello negro y firme hasta hoy, se casó casi a los 19 años con mi madre de
14. Desde aquél día asumió muy fuerte su nueva labor de esposo, de padre e
hijo. Después de fallecer mis abuelitos, mi padre ya unida a mi madre, tuvo nuevamente que sacar en arriendos al
hacendado de apellido Porturas, el terreno que mis abuelitos lo tenían
anteriormente y lo dejaron al morir. Cuenta muy orgulloso que en esa etapa transitoria,
el no fue a sacar el terreno inmediatamente después que fallecieron mis
abuelitos, por eso cuando fue mas tarde, el hacendado ya lo había dado en arriendos
a otra persona. Entonces el se acercó a Porturas y le dijo: bueno patroncito (así
se tenía que llamar en esa época a los hacendados) yo no me acerqué pronto pero
ahora que usted me está sacando, me debe colocar en otro buen lugar porque yo
no soy un ratero, un deudor, no soy un mal hombre y a los que lo sacan es solo
por eso y yo no soy así. Entonces el patrón levantó la cabeza y le dijo: Vicente,
tu si que me fregaste, ya me dijiste todo claro y te felicito por tus palabras
porque claro, nunca tuve quejas de ustedes, ve tranquilo nomas. Luego se supo
que este señor deshizo el contrato con el otro y mi padre siguió con sus terrenos
hasta hoy. Esto significó asumir una gran responsabilidad mas, pues ambos
terrenos suman 200 has.; uno para el potrero (lugar donde se crían animales) y
otro para siembra. Los arriendos se tenían que pagar puntualmente y si no
pagabas el día exacto, llevaban tus animales o tus cosechas. El señor Porturas en muchas oportunidades
llamó a mi padre para ser parte de sus hombres que hacían justicia, pero a él siempre
le gusta hacer las cosas muy bien y con tanta responsabilidad fue sincero al
decidir que no porque ya en su espalda habían muchas.
Mi padre, mientras mi
madre cuidaba de los animales, preparaba el terreno, sembraba y cuidaba de los
cultivos. Eso si, ambos siempre tenían personas que le apoyaban y al final se
pagaba con la cosecha o con animales porque plata en efectivo era muy
escasa. Después de las cosechas mi padre
preparaba su peara (grupo de 11 o 13 burros) con latas de alcohol y salía a las
demás provincias de La Libertad a vender. Cuenta el que uno de sus objetivos
con esto, era saber cómo viven otros, que hacen, conocer lugares para volcar lo
bueno a su familia. Pero definitivamente esto también le generaba el dinero que
necesitaba mientras la cosecha se podía vender. Podemos imaginar pues hasta la
fecha sigue este problema en el Perú. El nos narra sus experiencias y dice que
una vez el dueño de la tienda mayorista que vendía alcohol le llamó y le
propuso que a partir de ese día el lo daría en forma libre todo el alcohol que
deseara y el pago lo hacía cuando terminaba de vender. El señor le dijo que ha
observado que es un hombre serio, de responsabilidad, que no se emborracha
abusando lo que tiene y que tiene metas. Mi padre levantando su dedo índice
mira a mis hijos y le dice: “miren como una persona se da cuenta cuando uno es
correcta”, sus ojos se agrandan para recalcar: “…por eso hijitos siempre una
persona tiene que ser muy seria, muy responsable, sincera y respetuosa en sus
decisiones, hay que ser personas de bien”.
Mi padre cuenta que
nunca le falló al buen hombre y que pensando en que tenía que llevar el dinero
para pagar, se esmeró mucho más en el negocio.
Mi padre que es muy
creyente en Dios, cuenta que muchas veces se tuvo que quedar a dormir lejos de
los pueblos porque la noche le caía pero nunca le robaron, nunca lo asustaron,
nunca le pasó nada y lo mejor de todo que no se enfermó. Cuenta él que una vez se encontró en el
camino con una banda peligrosa de abigeos y el solo dijo: ya perdí todo, pero
esos hombres al estar cerca le dijeron: amigo invítame una botellita de
alcohol, mi padre le dijo: ¡ cómo no estimado amigo !, sacó de su alforja
no una sino dos botellas de alcohol. Aquellos hombres le dijeron: muchas
gracias buen hombre y que te vaya bien, adiós. Se dieron la mano y eso fue
todo. Aquí mi padre otra vez levanta su dedo índice y dice a mis hijos: ” …por
eso hijitos quien anda con Dios no le pasa nada, quien es bueno de corazón está
protegido. Hay que rezar siempre antes de salir”. Mi padre otra vez recomienda: “hay que ser
siempre personas respetuosas porque si uno respeta, así sea el hombre mas
temible frente a nuestra actitud, se calma”. El dice: “a aquellos hombres yo
les saludé, les estreché la mano y no les mostré miedo, les invité no una sino
dos botellas de alcohol y ellos tampoco me pidieron mas ni menos el dinero que
tenía. “Las personas debemos ser cordiales con todos sin que nos importe su
condición”.
Este negocio que hacía
mi padre cuando ya no había trabajo en el campo, le abrió también muchas ideas,
aprendió mucho de otras buenas vivencias, le amplió el panorama de su vida.
Nos conversa que el
veía como los padres en otros pueblos mas avanzados mandaban a sus hijos al
colegio bien uniformados, cuenta que veía grandes bazares con vinos, con telas
de gabardina, de pana, botas, frutas, vitaminas, joyas, etc., etc. El dice
emocionado: “desde aquél primer día que vi todo esto, al llegar a casa le conté
a tu mamita y prometimos que así haremos con nuestros hijos, que lo llevaremos
a estudiar sin nunca rendirnos pero para eso teníamos que trabajar mucho. Todas
estas ideas se hicieron realidad con el tiempo y hoy somos los hijos que el
siempre soñó.
Recuerdo cuando algunas
veces nos teníamos que quedar solas mi madre y yo en el campo porque mis
hermanos estaban estudiando. Nos quedábamos no con menos de 20 vacunos, no con
menos de 50 ovinos y no menos de 80 caprinos, eso sin contar los cuyes,
gallinas, algunos burros y caballos. Pero teníamos un gran perro llamado
TEMIBLES, con este perro no hacía falta mas personas, el sabía cual era su
terreno. Todo el día estaba atado con una larga y muy gruesa cadena de metal y
solo se le soltaba a las seis de la tarde. Este salía a recorrer y se paseaba
por todo el lindero. Todos los lejanos
vecinos (porque cada propietario tenía no menos de 30
has.) sabían que a esa hora no podían cruzar nuestro terreno a pesar de existir
el camino. Esto porque aquel que se atrevía, salía sin una pierna o sin un
brazo. En ese tiempo existían muchos abigeos por todos lados que robaban los
animales por las noches. Pero si por ahí a alguien se le hacía tarde, tenían
que llamar de la peña (un gran cerro
de pura piedra) pidiendo que amarremos a Temibles. A este nuestro gran perro,
mi madre le preparaba su comida a base de carne y huesos de vaca con cebada y
trigo molido y sal a nuestro gusto.
Mi madre sabía cuando
mi padre aproximadamente estaba de regreso y de allí, todos los días yo miraba
a la peña pues por su falda era el camino. Un día, seguro el más esperado, apareció
mi padre levantándome la mano y gritando mi nombre, yo corrí hacia él, me
levantó en sus brazos y me daba vueltas besando mi mejilla muchas veces y levantando
mi pelo que caía sobre mi cara. Mi madre, en la casa muy apurada preparando su
caldo de gallina que nunca le faltaba. Moliendo el rocoto en el batán que
conservamos hasta hoy.
Otro momento divino
que recuerdo de mi padre, es que una vez
ya casi por apagarse la luz del día, apareció repentinamente a la cocina cuando
estábamos con mi madre, lo recuerdo con su poncho marrón claro cuya lana de
oveja mi madre lo hilaba y con su sombrero marrón. Yo que estaba totalmente
sorprendida porque no sentimos ni el relinchar de su caballo, me lancé entre
sus brazos y hasta hoy siento el frío de su carita pero que era opacado por el
calor de su pecho cuando me abrazaba. En esos momentos salió un ratito y
regresó con una hermosa cestita llena de capulí, ese capulí que me gusta tanto
desde aquel día que mi padre me enseñó a consumir. Riquísimo. Yo guardaba la
pepa porque pensaba tener el árbol para que me siga dando sus frutos, pensando
que mi padre así ya no tendría que viajar. Era la niña que tocaba el cielo con
mis manos cuando tenía a mi padre y a mi madre ahí otra vez juntos. Mi padre al
día siguiente mostraba a mi madre lo que había comprado. Allí estaba su vino
con cabadongas, allí estaba su vino oporto del abuelo que aquí en Lima lo ubicó
otra vez, allí conocí la tela de pana que con pana me hacían mis vestidos y yo
muy orgullosa y con pana lucía sobretodo en las fiestas del Apostol Santiago,
en Santiago de Chuco y en Angasmarca para la fiesta de Santa Rosita de Lima. A
mi madre le probaba unos hermosos aretes de perlas que hasta hoy los conservo,
también traía sus piruros ( los que se ponen en el huso para hilar la lana ),
el sacaba sus hermosos calabazos (donde se llena la cal para chacchar la coca),
estos estaban muy bien burilados. El mostraba lindas cosas cada vez que
regresaba.
Mis hermanos cuentan
que mi padre llevó a mi hermana Ciria a bautizarla en un pueblo llamado
Marcabalito porque le gustó el lugar. El siempre pensaba en todo. El era el
viento que hace girar a la mariposa de un molino de viento.
En
algún tiempo ocurrió también que a mi hermano mayor Rómulo, lo llevaron al
ejército, lo cogieron durante la llamada
“leva” y prácticamente le quitaron el brazo derecho a mi padre. Mi madre cuenta
que ella no lo vio y que solo mi padre fue a alcanzarle su ropa porque lo
tenían que llevar a Trujillo. Mi hermano que trabajaba tan igual que mi padre
ya no estaba en Patibal y mi madre dice que se desmayó al saber esa noticia y
así durante dos años cada día lo veía en una de las chacras, era su revelación
de tanto pensarlo, esa es mi conclusión. Así, por sus cartas mis padres
sabían que Rómulo era muy bien tratado
porque sabía leer y era muy inteligente. Tenía a su mando un batallón e iba a
ser ascendido y le ofrecieron que se enrole a la vida militar pero le ganó el
amor al campo y decidió regresar a
Patibal junto a mis padres. Aquí mi padre haciendo un alto pero como algo netamente de
culpa dice: “yo prácticamente lo orienté al campo porque era el hijo mayor y hombre,
así que necesitaba un apoyo”. El ya no
continuó estudiando. Mi madre un poco apenada afirma lo que dice mi padre. El
destino de todos los demás hermanos era estudiar. Todo esto creó en nosotros
una gran responsabilidad sin que nos
exigieran nuestros padres, no fue necesario estar pendiente de nosotros porque
ya era suficiente con mi hermano Adriano que tomó la responsabilidad de padre
en la ciudad y mi hermano Milán que era nuestra sombra jajaja.
A Patibal nunca le faltaban visitantes porque
llegaban allí desde muchos lugares a comprar sus ricas cosechas. Rómulo, nació
con su profesión de Ing. Agrónomo y si por allí llegaba la competencia, le
demostraba que el conoce de su tierra y sus cultivos como la palma de sus manos,
mi padre le enseñó todos los secretos y hasta hoy allá en el campo “quién no
conoce las grandes cosechas existidas en Patibal” y gracias a dos grandes
hombres: Vicente y Rómulo.
Mi padre es quien
busca el diálogo cuando algo quema, mi padre es el que cada día te está
animando a hacer las cosas mejor, mi padre es el consejero, es el que está
mirando qué te falta para animarte a conseguirlo, para seguir dando sus
fuerzas, el es capaz de dar todo a sus hijos sin importarle quedarse sin nada,
es aquel que nunca le gusta deber, mi padre es el hombre que siempre está ahí a
tu espalda cuidando siempre de ti y si no estás a su lado no debes dejar de
llamar. El es el que tiene el alma joven a casi sus 100, el es el que chispea
amor por todos lados, el es que está pendiente de todos, el es quien me grita
si acaso alguna vez llego tarde a casa, el es quien llama y aconseja siempre a
mis hijos, el es muy chistoso y el es del
“Oporto del Abuelo”, al final el es quien comanda aún la gran familia Vargas
Valverde sin importarle si somos casados o no porque hasta hoy no hemos podido
superar ni ser igual a esos grandes esposos Vicente y Auxilia. Ellos tienen
magia y nosotros no.
Hoy celebramos el Día
del Padre pero para mí cualquier fecha es
su día. La vida nos da oportunidades de celebrarlo en muchas oportunidades y
por eso no debemos esperar esta fecha para decirle qué importante es un padre
en nuestras vidas y expresarle el amor que siempre está guardado en nuestro corazón.
Ahora no lo tengo
físicamente a mi lado pero me alegro por la dicha que tienen mis hermanos de
pasarlo con él.
Un padre hace tantas
cosas por sus hijos sin pedir nada a cambio y hoy me siento feliz porque somos
los mejores hijos que he visto hasta hoy y por eso cuando les toca estar con
alguno de nosotros siempre están súper bien. Mis padres han procreado hijos de
bien y que sabemos corresponder todo ese
esfuerzo por nosotros. Todos lo hemos fallado y hecho sufrir en algún momento,
somos seres humanos, pero lo más importante es que Dios nos ha dado a cada uno
la oportunidad de enmendar nuestros errores. Gracias a toda su trayectoria de
vida porque nos ha hecho entender que la vida tiene sus altos y sus bajos y por
eso nunca nos asusta ni la mas grande pobreza ni la mas grande riqueza. Nunca
nos rendimos y tenemos ese coraje que siempre caracteriza a aquél hombre
sencillo y valiente de nombre VICENTE VARGAS MECOLA.
Hoy estoy recordándolo
y me siento inmensamente dichosa tener
el padre que tengo, es mi libro a quien recurro cada vez que debo tomar
decisiones.
¡FELIZ
DÍA PADRE INCOMPARABLE!
GRACIAS POR DARME LA VIDA Y TODO LO QUE SOY
HOY.
Que bonita historia, me gustó demasiado.
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